El pollo es una carne poco calórica que además a mí me encanta. Me gusta cocinado de mil maneras. Es tan versátil que además todo le va bien. Una de ellas es esta receta con una salsita ligera. Una manera muy sencilla de prepararlo cuyo resultado es sorprende. Es una de las típicas recetas que van pasando de generación en generación sin que nadie les haya dado un nombre específico, pero está riquísimo e incluso tiene mucho mejor sabor si se prepara de un día para otro.
Ingredientes:
• 1 pollo troceado
• 2 dientes de ajo
• 3 huevos cocidos
• unas ramitas de perejil
• 1/2 vaso de vino blanco
• pimienta negra molida
• aceite de oliva virgen extra
• sal
• 1 pizca de colorante alimenticio
• agua
• patatas fritas (opcional)
Elaboración:
Trocear el pollo, limpiándolo bien de piel y grasas. Freírlo en una sartén con aceite de oliva virgen extra. Sacar y echar en una olla.
Mientras tanto, cocemos los huevos (unos 10 minutos en agua hirviendo), los pelamos y reservamos.
Hacemos un majado en el mortero con los dos dientes de ajo y las ramitas de perejil. Añadimos al mortero dos yemas de huevo, las machacamos y desleímos el contenido del mortero con el medio vaso de vino blanco. Removemos y añadimos a la olla junto con el pollo. Añadir también el resto de huevo cocido (claras y yema) picadas.
Añadir una pizca de pimienta negra molida, otra pizca de colorante, sal y cubrir ligeramente de agua.
Dejar hervir hasta que reduzca un poco y la salsa quede ligada.
(Opcional: podemos acompañar el pollo en salsa con unas patatas fritas).
Buen provecho.
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